No hay más verdad que esa. Ayer fue un día duro porque fue muy largo. Mi alarma sonó a las 4 de la madrugada. Me duché, me vestí y fui a recoger a mi «mano derecha» a su casa. Fuimos al aeropuerto, desayunamos y tomamos un avión desde Palma hasta Barcelona. Al llegar a Barcelona, poco antes de las ocho de la mañana, cogí mi coche y conduje dos horas y media hasta Andorra.
Fuimos a mi oficina en Andorra, para saludar a mi empleado allí y ver si necesitaba ayuda en algo. De la oficina, nos fuimos caminando al Comú de Andorra la Vella -lo que en España vendría siendo el ayuntamiento- para entregarle al Cònsol Major -el alcalde- un ejemplar de mi libro. Me sorprendió conocer a David Astrié, me maravilló su simpatía, su cariño y su buena cogida. Tenemos pendiente un café para comentar el libro. (Espero que le guste, porque sino me quedaré sin café).
Después fuimos a «desayunar», claro, habían pasado 6 horas desde nuestro primer desayuno y si no comíamos algo corríamos el riesgo de caer desmayados por cualquier calle. Bien, entramos en un horno, compramos algo, y volvimos a la oficina caminando y desayunando a la vez, porque el reloj no nos permitía sentarnos.
De la oficina nos fuimos al edificio administrativo de Govern, donde tiene su despacho oficial el Cap de Govern -presidente del Gobierno en Andorra- Xavier Espot, que nos recibió, con su cortesía y educación habitual. Quiero agradecerle su espacio de tiempo en la agenda, en días de mucho trabajo en Andorra, y su interés en mi trabajo.
Después de esto, comimos un bocadillo rápidamente y volvimos a subir al coche. Conduje de nuevo otras casi dos horas y media hasta el aeropuerto de Barcelona y después de esperar algo más de una hora, tomamos un nuevo vuelo a Palma. Llegamos a Mallorca, la acompañé a su casa y después me fui a la mía.
Cuando entré en mi casa eran cerca de las nueve de la noche y habían pasado quince horas desde que me había ido por la mañana y me sentí agotado, pero muy satisfecho del trabajo realizado. Hay personas que durante quince horas lo único que hacen es quejarse de su vida, lamentarse o esperar que sus sueños vengan a llamar a la puerta. Yo dormí menos de tres horas, cogí dos aviones y conduje durante cinco horas para, entre otras cosas, tomar estas dos fotografías de más abajo, que forman parte del reconocimiento a mi trabajo y de la promoción de «As de Corazones». Nunca hay que dejar de luchar por los sueños, porque a veces los sueños se cumplen, a veces tu sueño es escribir, escribes, lo publican y tiene éxito, pero cuidado porque el éxito es efímero y relativo, esto un día se puede acabar, pero cuando se acabe, me llevaré la mochila llena de experiencias y sobre todo de vuestro inmenso cariño. Gracias por tanto.